Lo mejor de 2011 en Arte: Análisis
Magdalena Aguiló, a la derecha del director de la Tate Modern, es citada en este artículo |
El nivel de la exposiciones no ha sido malo a pesar de los graves recortes. Más se ha notado la crisis a nivel político: han salido de escena nombres de peso y muchos centros funcionan sin director. Ha habido también cierres, como el de Chillida Leku, y nombramientos muy polémicos. Nos tenemos que felicitar en cambio por la nueva Ley reguladora del Museo Reina Sofía, que le otorga por fin la ansiada independencia.
No ha sido un año fácil pero, de alguna manera, quienes se esfuerzan por producir, difundir y poner en circulación, con profesionalidad y rigor, el arte que todos disfrutamos, han conseguido que las programaciones mantengan un buen nivel. Aunque algunas cifras flojeen, la tónica, año tras año, es un aumento del público que visita museos y exposiciones. Mientras tengamos eso vamos bien, no porque se “rentabilizan” las inversiones públicas sino porque conseguimos que el arte conserve el —mejorable— vínculo con la sociedad a la que se dirige.
Felicitaciones a los ganadores de los máximos galardones que concede en Estado: Artur Barrio —Premio Velázquez—, Elena Asins —Premio Nacional de Artes Plásticas y excelente exposición en el Museo Reina Sofía—, Rafael Sanz Lobato —Premio Nacional de Fotografía— y Joan Fontcuberta, primer artista en merecer el Premio Nacional de Ensayo. Y a los organizadores de las exposiciones mejor valoradas entre las diez mejores del año, encabezadas por Jeff Wall. El sendero sinuoso, Alighiero Boetti y Brancusi-Serra.
Los artistas no son ni mejores ni peores en tiempos de crisis; los proyectos expositivos, individuales y colectivos, se redimensionan pero, por lo general, no se cede en el nivel de exigencia. Muchas galerías de arte sobreviven gracias a las ventas en ferias internacionales; las que no tienen esa capacidad y dependen del mercado nacional están aguantando como pueden, con mucho mérito, las pérdidas.
Las adquisiciones por parte de los museos españoles han disminuido gravemente: afecta a la salud del mercado y, sobre todo, a la solidez de las colecciones. Es paradójico, pues éstas ganan protagonismo público: a menos presupuesto para exposiciones, más montajes de la colección. Han salido de escena, de momento, personas de peso: Javier Panera del Da2 en Salamanca, Rosina Gómez-Baeza de LABoral en Gijón, Magdalena Aguiló de la Fundación Joan y Pilar Miró en Palma, Javier González de Durana del TEA de Tenerife —para dirigir el Museo Balenciaga—. Muchos museos y centros de arte españoles están “funcionando” sin director, sin presupuesto, sin proyecto... La frenética, excesiva, sucesión de inauguraciones de otros tiempos se ha frenado casi en seco. Como aperturas podemos destacar tan sólo dos operaciones estrambóticas: la de la Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela y la del Centro Niemeyer en Avilés, que ha protagonizado un sainete bochornoso. Se inauguró el Museo Pablo Serrano en Zaragoza y nada más se volvió a saber de él, como ocurrirá con el flamante Museo de Arte Contemporáneo de Cádiz.
Fue también muy sonado el fin de Chillida Leku, provocado por los ahogos económicos de su gestión. Menos ruido han hecho el cierre del Espacio Torner en Cuenca y la “no apertura” de Krea, el gran centro cultural gestado durante años en Vitoria. Su directora, Araceli de la Horra, sustituye en estos días a Xabier Arakistain al frente del Centro Cultural Montehermoso. Algo relacionado con el renovado control ideológico de la vida cultural por parte de los responsables políticos. Hemos tenido nombramientos muy contestados en el Museo de Bellas Artes de Valencia y ahora en el MuVIM, en La Virreina y el CCCB... Pocos movimientos en los grandes museos: entra Pepe Serra, ex-director del Museo Picasso, en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Hace falta dar mayor autonomía de gestión a museos y centros, algo que el Reina Sofía ha logrado este año con una Ley similar a la del Museo del Prado. Es la única iniciativa legislativa que el extinto Ministerio de Cultura ha sacado adelante: quedó en el tintero la anunciada Ley de Mecenazgo, y en el cajón el borrador inacabado de la nueva Ley de Patrimonio. Pocos días antes de las elecciones se presentó —sólo a las asociaciones del sector, pues la Ley Electoral impedía una convocatoria a los medios— una Estrategia para las Artes Visuales que ojalá se retome y se dote de un presupuesto del que carecía.