Sobre los blogs (1ª parte) - Miguel A. Hernández-Navarro
Era tremendamente difícil poder decir algo sobre estas cuestiones en el poco tiempo que teníamos sin que la cosa no acabara llena de lugares comunes. De hecho, era casi imposible decir algo (por mucho tiempo que hubiéramos tenido) que no estuviese lleno de lugares comunes. Son tantos los que han trabajado de modo profundo sobre los blogs, las redes sociales y la manera en la que afectan a la cultura contemporánea que cualquier cosa que pudiera decir no sería más que una pobre caricatura. Aun así algo dije. Y como luego estas cosas se pierden para siempre, os dejo aquí algunos fragmentos deslabazados de la intervención que no pretenden más que servir de recordatorio, por si algún día vuelvo a tener que decir algo sobre esto. Aquí va la primera parte, en la que me centré especialmente en la manera en la que el blog ha modificado nuestros flujos de trabajo crítico.Partimos de la base que Internet transformó nuestro tiempo. Y lo hizo a todos los niveles. [De esto no hay duda. Como tampoco de que la Revolución Digital es un paso civilizatorio semejante al de la Revolución Neolítica o la Revolución Industrial –sí, así de drástico soy yo–. ] Ni la televisión, ni la radio, ni el cine, y si me apuran hasta ni la imprenta, supusieron el cambio que ha supuesto Internet y la red global de comunicación, que no sólo ha transformado nuestro trabajo sino también la vida cotidiana. Especialmente porque poco a poco comenzó un proceso de erosión de las fronteras entre ocio y trabajo, entre público y privado, entre productores y receptores, entre máquinas y personas.
La herramienta básica de dicha revolución es –al menos hasta el momento– la computadora, que se convierte en herramienta de trabajo, de ocio, de comunicación, en definitiva, de lugar de mediación con el mundo. Y su interfaz privilegiada, ya incluso emancipada, es la pantalla, que se ha convertido al final en el lugar de convergencia de la tecnología-digital. Dispositivos-pantalla y que ahora se han movilizado y se encuentran por todos los lugares. Como escribió José Luis Brea, vivimos rodeados por 1000 pantallas. Pantallas que se han convertido casi en una extensión de nuestro cuerpo. Pantallas a través de las que trabajamos, nos guiamos, compramos en bolsa, experimentamos en el laboratorio, nos comunicamos, jugamos, consumimos porno o nos relacionamos con nuestros amigos digitales.
Los blogs y las redes sociales son quizá la última forma de ese proceso de borramiento paulatino de fronteras al que nos hemos referido. Desde principios de este siglo, la web 2.0 sustituyó a la World Wide Web. Y a grandes rasgos el cambio que produjo se puede sustanciar en el paso de un sistema vertical pasivo, donde hay productores y receptores, a un sistema horizontal, a un sistema-red, participativo, donde es el usuario/consumidor el verdadero creador de contenidos, el productor de la propia información, e incluso el jerarquizador y productor de valor.
En su texto reciente Prácticas artísticas e Internet en la época de las redes sociales, Juan Martin Prada, uno de los autores que mejor ha entendido Internet como forma cultural, observa los modos en los que el blog surgió, al menos para el usuario/lector, como una herramienta de filtrado ante la cantidad de información de la red. Según Martín Prada "un blog sería, en gran medida, un tipo de buscador al que acudir como a un lugar donde la red está 'prenavegada' para nosotros; cada blog muestra una determinada forma de recibir y digerir la información, de señalarla, de opinar sobre ella". El blog como una especie de gestalt, de figura para lograr la comprensión de los excesos de información: "la actividad blog como una nueva hermenéutica popular: los bloggers como nuevos hermeneutas que desarrollan el arte de interpretar y señalar indicios de aspectos relevantes en el caos de los flujos informativos desmesurados".
La clave está en el principio de confianza ante lo que vemos y leemos. La creación de comunidades de lectores y de productores. Comunidades afines que al final acaban configurando listas de lecturas y modelos de interpretación de la red semejantes.
Sin duda, los blogs y las redes sociales han cambiado nuestros hábitos de creación, de producción e incluso de vida, creando, como he dicho al principio, un flujo de continuidad de contextos, medios y experiencias que convierten a la vida 2.0. en un continuum.
Mi experiencia me dice eso. Abrí mi blog No(ha)lugar en 2006 y desde el principio se convirtió en un espacio de encuentro de muchos materiales: microrrelatos, pequeños pensamientos, lecturas de libros, citas, reflexiones sobre política, comentarios sobre películas, críticas de arte, artículos publicados en otros lugares y replicados (sobre todo los del periódico), experimentos con la intimidad, reflexiones sobre las clases, sobre mi vida privada y cotidiana, posicionamientos políticos… una especie de cajón de sastre. Un lugar donde tenían cabida los materiales que sobraban o no entraban en los textos y contextos académicos.
Un lugar que en mi caso aparecía casi como una imagen de la mente. Una cartografía en mi caso escritural (aunque en raras ocasiones había imágenes o vídeos) del presente, en tiempo real y expuesta a una comunidad de receptores; algo fundamental, porque al final el blog forma parte de una red. Los que leo y los que me leen. Se crea un principio de asiduidad y de fidelidad. Uno se crea unas obligaciones simbólicas con los otros. Tanto, que cuando no puede cumplirlas siente que tiene que pedir disculpas por no actualizar, por no cumplir ese compromiso con la actualidad. Quizá por eso Cory Arcangel abrió el blog Sorry I Haven't Posted, mencionado por Juan Martín Prada como un ejemplo de la toma de conciencia de las nuevas necesidades simbólicas que adquirimos voluntariamente.
Creo que en cierta manera, el blog intenta ser un lugar de continuidad. Y este me parece un concepto clave. Vicente Luis Mora lo ha estudiado como una cuestión central de la cultura pangeica, la continuidad y el flujo, el tránsito entre lugares, medios, contextos y experiencias. En mi caso (y creo que es así en el de muchos), el blog supone el continuum entre vida privada y pública, entre trabajo y ocio, entre modalidades de escrituras, entre diversos intereses…
Al final es un lugar de contrastes que, en última instancia, lo que hace es mostrar el proceso de escritura, de trabajo, de pensamiento. Esta idea de proceso es aquí básica. Para mí la mayoría de los textos son ensayos en el sentido literal del término, pruebas… como los ensayos de los grupos… Entiendo muchas de las producciones del blog como peri-textos, como textos marginales, como restos, sombras, excedentes, como recortes de los textos más académicos –muchos de los cuales al final también acaban siendo volcados al blog–.
Creo que esta es una de las revoluciones sobre las formas tradicionales no sólo de escritura, sino de comunicación, mostrar el proceso. No se trata por supuesto de algo nuevo. Desde finales de los 50, el proceso se convirtió en una de las cuestiones centrales de reflexión por parte de los artistas, que dejaban de interesarse por la obra finalizada y daban más interés a la fenomenología del hacer. Es en los restos, en la sombra, donde está la obra.
Quizá lo mismo ocurre ahora. A veces un libro, la obra finalizada es un proceso de reducción y corte, de poda. El blog es como el jardín antes de la poda, con el agua del riego, con los matojos… y en definitiva con el ruido de fondo. Es la figura aún no recortada del fondo. Es la figura rodeada, sin el parergon que la separe, sin el marco. Es lo que hay más allá del encuadre. Más allá de la escena. Y en ese sentido, literalmente, el blog es obsceno.
El blog también es la construcción de una identidad. Es una autoimagen. Una modalidad de autoficción. Y esa idea de continuidad y de autoficción/autorrepresentación se ha expandido en Facebook y Twitter, que han ido ganando terreno al blog. El microblogging y los estados del Facebook incorporan incluso más que el blog el tiempo real, el evento, la trasposición directa del pensamiento, la ocurrencia, el destello, son como una imagen, como una foto textual de la cámara.
Tanto en Facebook como en Twitter se transforma el modelo reflexivo-expositivo en un modelo conversacional, dialógico, donde el verdadero conocimiento se construye a través del diálogo, el debate o el disenso.
Facebook o Twitter son puro presente. Apenas hay memoria de lo escrito. O, aunque permancezca, es casi un contrasentido volver atrás para recuperar nada. Lo propio del medio es el tiempo-presente. La memoria, el recuerdo, es algo para lo que la herramienta no está concebida. El blog, sin embargo, mantiene aún algo del sentido de permanencia que tiene el diario o el libro impreso. En el blog, el sentido del archivo aún se puede rastrear. Es, por supuesto, una herramienta del presente, que nos permite el tiempo real, la reflexión de actualidad, pero que aún permite una cierta memoria, un cierto recuerdo de lo que uno ha sido.
Al final, creo que tanto Facebook como Twitter tienen que ver más con el decir que con la escritura. Mientras que el blog sigue siendo la transposición democratizada de la pasión escritural, el microblogging es, en cambio, la fijación virtual del chat y el comentario. Más un susurro que un texto.