28/7/12

Via interlacearts

“Suele aceptarse que la Grecia clásica dio a la vista una importancia mayor que al resto de los sentidos. La palabra teoría en su sentido amplio quiere decir contemplar y eso es lo que los griegos hacían. Este ocularcentrismo griego es claro en la comparación que hacía Platón del intelecto como ojo de la mente, a pesar de que en el mito de la caverna queda claro que la vista aunque ofrece imágenes no las ofrece fielmente a la realidad, sino a manera de sombras. La herencia griega de la valoración de la mirada es, por lo general, ambivalente.” - Así comienza una ponencia sobre la fenomenología de la visiónde Héctor Sevilla Godínez. En nuestro caso – la composición de exposiciones de arte – interviene con máxima importancia, que el concepto de una teoría quiere decir contemplar, y el hecho, que aquí nos encontramos ante el sentido originario del concepto de la estética: la percepción sensorial.
En un proceso de vulgarización de conceptos durante la ilustración se llegó a tal nivel, de explicar que la estética, en el aspecto filosófico, es la disciplina que trata de lo bello y los diferentes modos de aprehensión y creación de las realidades bellas. Pero así sólo se tapaba la trágica corrupción que sufrió el arte, por ser liberado de los palacios (tanto sagrados como profanos), para ser encarcelada en las prisiones de los salones de las casas burguesas. Cuando por fin llegó “la modernidad” a España, algunos empezaron a ampliar este concepto en el sentido amplio que abarca lo artístico, las diferentes categorías estéticas - como sublime, gracioso, lindo, ridículo, trágico, etc., y se diferenció lo bello en natural, moral y cultural. Hoy el discurso internacional ha vuelto a sus raíces, donde la estética traducida desde el griego como “la percepción sensorial” ha ganado un terreno amplio en los contextos sobre la teoría del arte. Cuando el artista decide “exponerse” ante el público, precisamente estos aspectos entran en juego para el. Lo expuesto, la obra que expresa el grado de contemplación y de las relaciones del autor con sus entornos, siempre se presenta como un medio de reflexión, encontrándose así invadido por el grado de las capacidades perceptivas de los espectadores, y el exponente logra exponerse, cuando no sólo se expone de cualquier manera, o estimulando cierta reflexión, sino cuando consigue una transfiguración en el entorno concreto – sea un edificio, una sala, una plaza, un jardín, una ciudad o un paisaje – cual antes de la intervención artística siempre ha sido algo vulgar, o como en la traducción de los texto der Arthur C. Danto: un “lugar común”. Para descubrir y ver los principios intrínsecos en estos procesos, hace falta “el ojo de la experiencia”, insistió Aristóteles. Él también ha sido el primero en indicar al concepto ampliado del arte, partiendo desde la arquitectura y la construcción concluyo: “en nuestra inteligencia no hay una facultad productiva que no sea también un arte”, y esto le llevó a iluminar el proceso creativo desde tres perspectivas unificadas en cierta distinción: la sensación, el entendimiento y el instinto. Se reconoce un proyecto de creatividad polarizado en la estética (sensorial) y la profesionalidad (intelectual); pero también, que estas técnicas sólo alcancen su objetivo de transfigurarse en arte por la intuición.
Es así donde encontramos nuestro enlace con el espectador. Hoy en día uno puede encontrarse con muchísimos aficionados al arte, cuales por disponibilidad de tiempo y dinero han podido alcanzar un nivel muy elevado en su virtud de percibir eventos de arte. Hasta algunos, por su interés en los contextos que acompañen a las obras y las exposiciones, han logrado un nivel de formación contextual mucho mas alto, que algunos prácticos del arte; artistas sin medios para poder salir de sus talleres y pueblos, a visitar ferias importantes, ampliando así su propio cosmos profesional. A estos “turistas culturales” sólo se puede llamar la atención generando sorpresas con calidad. El primer paso puede consistir en elegir un tema interesante para una muestra, y luego crear una imagen des-fragmentada de los fragmentos constituyentes. Esto pasó a un nivel modesto con nuestra exposición “AIGUA i TERRA”. Bettina Dyhringer y mi persona, como comisarios de la presentación de esta muestra, porque la elección de las obras ha sido criterio de los miembros de la Asociación de Artistas Visuales en las Isla Baleares, tuvimos que sobresaltar las impresiones como mero espejo de la realidad, y como una reproducción de la percepción humana, con sus diferentes grados de figuración.
De este modo la presentación en su totalidad llegó a ser una imagen como un “puzzle antropográfico”, resuelto en varios grupos de obras, facilitando así el acceso a las diversas formas de expresión y a las técnicas, y abriendo un espacio perceptivo, donde no se niega la oportunidad a una posible contemplación, o incluso una transfiguración en las fantasías del mismo espectador. Para los amantes del arte con experiencias contemplativas salta a la vista: El estrés unificador, prácticamente generalizado en Europa, todavía no ha podido infectar al arte. Sin embargo las variedades de colores y técnicas, los impactos del Mediterráneo, se presentan en equilibrio. Los conjuntos de obras indican a ciertos procesos de metamorfosis: metamorfosis de colores, metamorfosis de formas y elementos, y de dimensiones de reflexión artística. Cuando la tierra se ilumina de rojo al luz del sol, el hombre está en este punto de vista sobre la tierra y se transmite esta percepción sensorial (estética) a la situación concreta de percepción de los visitantes en una sala a través de la obra. Dado que todos los artistas visuales son irracionales en la medida en que se expresan por imágenes en lugar de símbolos, la razón humana en estos procesos necesariamente está "contaminada". La sensación disturba al entendimiento, tanto como el entendimiento obstruye a la sensación. Es donde debe intervenir el instinto, para poder transfigurar en arte a la situación; partiendo desde este proyecto creativo polarizado en la estética (sensorial) y la profesionalidad (intelectual). Aunque reconociendo la insistencia de algunos en tradiciones y costumbres perceptivas, el arte, que no puede evitar ser contemporáneo, sea mas innovador o mas conservador, por lo menos debe actuar según las experiencias medias de su actualidad, para no quedar fuera de sus mismos objetivos. La definición de una obra de arte como significado encarnado, avanzada en su transfiguración, se desdobla en ser acerca de algo y de encarnar su sentido o significado, como expresión o punto de vista que el artista ofrece sobre o acerca de lo expuesto. La primera condición sirve para diferenciar las obras de arte de los meros objetos o a exposiciones presentadas como mercadillos o rastros; pues pone de manifiesto la pertinencia de la pregunta por el contenido como algo distinto de la forma, en la medida en que trata sobre su naturaleza expuesta. La segunda sirve para distinguir entre obras de arte y otro tipo de representaciones no artísticas, como eventos a base de vanidades, ya que éstas también son sobre algo, y en su mayoría sobre egoísmos. Respecto a lo que pasa en los conjuntos de obras, el problema surge, cuando una expresión individual sale demasiado del margen que ofrece un tema. Esto también hace comprensible, porque algunos artistas (anteriores miembros de las asociación) se encontraron ante el problema de querer participar en una exposición, pero por la insistencia en sus técnicas repetitivas no tener suficiente dimensión intelectual y creativa, para complacer mas al arte y un tema común, que a sus supersticiones sobre comportamientos adecuados.
Entonces ahora nos estamos dirigiendo a una vía prospera, donde un intelecto como ojo de la mente, nos va a conducir a “transfigurar” hasta el mito de la caverna, y donde nuestros puntos de vista y de partida se comienzan a aclarecer. De este modo la valoración de la percepción sensorial como auténtico concepto de estética, va llegar a ser ambivalente en su sentido contemporáneo: Hay indicadores hacia el futuro, tanto como al pasado - entre el cambio constante y sus huellas estáticas. Desde mi punto de vista, la obra del socio José Monerris “Bagaix” acierta en todos estos contextos el tema: El “AIGUA” sale de un grifo y una gota intenta caer sobre la “TERRA”, representada por un trozo de plástico dañado; el pirámide del progreso (indicando a Kandinsky) se inclina hacia abajo en el circulo del mundo. Si no llegamos a ser mas innovadores, y comunicarnos entre nosotros en un modelo de libre expresión, aprendiendo unos a los otros, no podemos intervenir en una comunicación globalizada sobre las perspectivas del arte. Y cuando esto ocurre, sólo nos queda exponernos tras puertas cerradas, porque la movilidad humana se ha adelantado a muchas opiniones que sólo quedan en algunos rincones fuera de las rutas principales: también del turismo cultural.