Un sugestivo “cuadro de época” sobre la insularidad de la hora actual encontrará el lector de El mal de Montano, la novela de Enrique Vila-Matas:
"A comienzos del siglo XXI, como si mis pasos llevaran el ritmo de la historia más reciente de la literatura, me encontré solitario y sin rumbo en una carretera perdida, al atardecer, en marcha inexorable hacia la melancolía. Una lenta, envolvente, cada vez más profunda nostalgia por todo aquello que la literatura había sido en otro tiempo se confundía con la niebla a la hora del crepúsculo. Yo me veía como un hombre muy engañado. En la vida. Y en el arte. En el arte me notaba rodeado de odiosas mentiras, falsificaciones, mascaradas, fraudes por todas partes. Y además me sentía muy solo. Y cuando miraba lo que tenía frente a mis ojos veía siempre lo mismo: la literatura a comienzos del siglo XXI, agonizando. Intuía que, como el náufrago Crusoe al inicio de su diario, me estaba llegando la hora de comenzar a abordar 'la melancólica narración de una vida solitaria'. Yo iba caminando sin rumbo por la carretera perdida. Y la niebla fue haciéndose cada vez más densa y misteriosa."
En un libro de Giorgio Manganelli en el que ya desde el título suena el tintineo inconfundible de la literatura, Il rumore sottile de la prosa, el escritor y viajero por la India, China, Malasia, Filipinas e Islandia, rememora los días de adolescencia e iniciación literaria en que una vida dedicada a la lectura comenzaba con la delectación inocente ante los catálogos editoriales, el aprendizaje compulsivo de autores aún no leídos y el infinito placer de gozar con las portadas de los libros colocados en las vitrinas de las librerías.
Libros, autores desconocidos, portadas de libros, adolescencia, qué lejos está todo eso hoy: y a ratos parece que fue ayer. Recordar exclamar y preguntarse, como lo hacía Rafael Cansinos Assens –enjuto, apartado del tráfago de las tertulias madrileñas, rumiando apenas silenciosamente una idea en prosa: “¡Oh, amigos de otro tiempo! ¿Qué hemos hecho? ¿Cómo hemos respondido de las promesas de nuestra juventud?”.
Portadas de libros, algún rastro de los años perdidos para siempre quedará en ellas. En un texto titulado “Bailando con Lartigue”, Vila-Matas le echa en cara a un joven reseñista dominical una cándida –en realidad irrisoria— alusión a la portada de una de sus novelas, que por primera vez no lleva una imagen del fotógrafo francés. No eran precisamente días de vino y rosas; no, por ahí pasaba el trueno del aprendizaje y la confusión. Hace mucho tiempo que el reseñista publicó esas líneas que no recordaba hasta que años más tarde le fueron traídas desde su merecido olvido por el propio Vila-Matas, en ocasión de una muestra retrospectiva de Lartigue en un museo de París: “No puedo recordar más que con una gran sonrisa la crítica feroz que me llegó de México el día en que publiqué Extraña forma de vida con un cuadro multicolor bastante horrendo de un italiano que no recuerdo y que Herralde y yo colocamos a última hora por un problema de prisas (yo seguía bailando) y po r no haber encontrado nada de Lartigue que nos pareciera adecuado. La crítica del crítico mexicano atribuía al editor (cuando yo tenía la misma culpa del error) el incalificable hecho de que la portada del libro no fuera ni de Lartigue ni en blanco y negro. Hoy en día ese crítico sólo se dedica a la crítica de portadas.” Lo cual sería enteramente cierto si ya ni siquiera a tan eximia profesión aspirara el crítico en cuestión, ocupado como está ahora en husmear en los escombros de su propia vida, buscando en aquellas reseñitas algún vestigio de las promesas incumplidas de otro tiempo.
¿No dice Ricardo Piglia (Formas breves) que la crítica es la forma moderna de la autobiografía y que uno en realidad escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas?
¿No fue Wilde (The Picture of Dorian Gray) quien antes postuló que la crítica, en cualquiera de sus modalidades, distinguida o deleznable, es en esencia pura y sumaria autobiografía?
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*Difícil escoger —de entre todas— una sola entre las muchas y maravillosas "islas" que componen el libro Robinson ante el abismo / Recuento de islas de Bruno H. Piché. Otro libro que recomendamos leer... aunque lamentablemente sea inútil salir a buscarlo ahora, justo que los libros exhiben sus portadas -a sol y sombra- a la espera de algún lector o un crítico dispuesto a sucumbir en el naufragio.