12/6/11

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Fernando Castro Flórez | salonkritik 

Enfrente del restaurante Do Forni, en la estrecha y populosa calle Specchieri, vivió un escritor al que una lápida homenajea por haber escrito unas curiosas páginas sobre una ciudad que uno llega a odiar si tiene que trabajar ahí más de dos semanas. Ni me imagino cómo se quedará el cuerpo y la mente de aquellos que, ajenos al negocio mafioso de las góndolas o de la venta de maíz para las palomas, tengan que bregar con los herederos de los negociantes más astutos del planeta. Tenía, valga la repetición redundante, enorme curiosidad por saber qué era lo que Dora García nombraba como “Lo inadecuado”. No puedo, de entrada, decir otra cosa que el título es de una precisión casi aterradora. Seguramente se trata del Pabellón más desafortunado de cuantos he visto en la Bienal de Venecia y, por supuesto, no parece, ni mucho menos, lo más adecuado para este tipo de eventos que tienen más que ver con el turismo “cultural” que con otra cosa.Evidentemente el desastre no llega al nivel del desbarre de los italianos, con Sgarbi a la cabeza, pero es que la lógica de recomendadores y “recomendados” (en un quiasmo literario-plástico infumable) no tiene parangón en la historia universal de la infamia expositiva (añadido a todo ello un mobiliario perpetrado por Benedetta Tagliabue, nada más y nada menos, que deja, literalmente, lo cuadros con el culo al aire). Lo malo es que Dora añade a la insustancialidad plástica de su propuesta una pretenciosidad teórica que no puede ser calificada sino como el colmo de la pedantería. Las vitrinas repletas de libros y las citas a Joyce, Artaud, Svevo o Robert Walser no son otra cosa que pre-textos, formas de camuflar una impotencia creativa extrema. Se anuncian acciones, performances o conferencias hasta el mes de noviembre, todo protagonizado por teóricos y “activistas” italianos que van de Trieste a la obra de Basaglia, del situacionismo a Bazlen, un conjunto de actividades que tendrían perfecto rango de cursos de extensión universitaria o de tertulia pseudo-radical pero que en el Pabellón de España sobre una tarima quedan reducidos a la condición de lo patético. 

Me senté unos minutos una mañana y escuché una divagación verdaderamente rudimentaria sobre la periferia romana que era el polvo del lodo pasoliniano. Daba, no quiero exagerar, pena y sobre todo contemplando como los asistentes entrecerraban la puerta, mandaban al público casi andar de puntillas entregados a la titánica tarea de convertir en “expositivo” algo que tendría que ser un debate potente y con algún sentido. Los usos fraudulentos de la teoría encuentran en “Lo inadecuado” un ejemplo perfecto. Sacando fuerzas de flaqueza leí, de cabo a rabo, el volumen publicado por Sternberg Press, “con motivo” de la propuesta de Dora García (en el que, por cierto, casi todos los textos están en inglés como mandan los cánones del “imperial” mainstream curatorial) y comprobé que lo más pertinente era comenzar por el ritual de la época que es convocar el espectro de Warburg, como hace la comisaria Katia García Antón, a la manera del “Ave María purísima” en la ancestral conf esión. El texto de la artista es infumable pero aporta alguna declaración jugosa: “Con los libros, como con las personas, considero que el comprenderlo todo es bastante poco interesante”. Efectivamente vale más no entender nada o montar un enigma de pacotilla para conseguir que todos digan “muy interesante” como en el cuento del “Rey desnudo”. Aunque me interesaron algunas propuestas anteriores de Dora, como su coreografía del sueño y algunas piezas fotográficas de acciones que tenían algo de parodia de la pedagogía del arte, tengo la impresión de que es una figura sobrevalorada que ha realizado exposiciones en los museos más importantes de España, del MNCARS al CGAC o al MUSAC, repitiendo la apuesta de una narración hermética y aburridísima.

Sus “relatos” y libros nunca me han parecido otra cosa que un modo del fetichismo textual y piezas como la omni-presentada del texto procesual de los acontecimientos escritos por alguien en la sala de exposiciones son de una simplicidad enervante. Todo el camuflaje o jugueteo con lo marginal deja un aroma de enorme decadencia y, en general, la propuesta añade, como he indicado, a su inadecuación un suerte de discurso más autocomplaciente que crítico. “Lo inadecuado es la voluntad –apunta Dora García-, en un entorno extremadamente hostil, de revelar la violenta fragilidad de todo lo que consideramos adecuado”. Quiero pensar que esta es una declaración vacía y realizada, como suele decirse, de cara a la galería porque en caso contrario sería la máscara apropiada del cinismo.
¿Qué hostilidad hay cuando una acepta realizar el proyecto para el Pabellón de España en la Bienal de Venecia? Si además se ha empleado, como he podido leer, la cantidad de 800.000 euros no podemos permitir tanta frivolidad o delirio. Me da igual que Dora pretenda que su actividad tiene algo que ver con la disidencia porque no sólo no evita el centro sino que lo ocupa con un ejercicio retórico y de pedestalización del vacío. Por lo menos Santiago Sierra fue capaz de hacer un gesto contundente y, materializando a su modo El ángel exterminador buñuelesco, dejar en la memoria una forma por lo menos inquietante. Lo insignificante no excluye lo espectacular si bien en casos extremos como el de Lo inadecuado la curiosidad encuentra el límite de la idiotez singular. Daba pena ver algo tan desangelado, equivalente a la taxidermia chistosa de Cattelan, cuyas palomas ya no podían ni siquiera soltar la cagadita de marras. Me ahorro las proyecciones escatológicas par a el Pabellón Español, donde una mezcla del “mundo viejuno” de un neo-conceptualismo pretencioso y la fosilización del archivo invitaban a salir de un entorno que había sido construido para generar “hostilidad”. Menos mal tan insustancial escenografía, plúmbea pero análoga a una piedra pómez, no tenía intensidad para perdurar en la memoria ni un par de minutos. Lo curioso es que al principio me indignó el desacierto total y ahora siento curiosidad, tal vez malsana, al pensar en la pérdida de tiempo y dinero que supondrá esta performance alargada o, para volver a palabra que nos ilumina: inadecuada.