27/2/13

El Confidencial

El ruedo español de los artistas no es tan libre como creían. La historia de Camila Cañeque, la artista espontánea que salta a la arena de las ferias de arte contemporáneo europeas desde hace un año para denunciar el final de España, ha tenido un desenlace fatal en Arco. Se ha tumbado bocabajo, vestida de faralaes, rosas y páginas del romancero gitano repartidas por uno de los pasillos del pabellón 10 del recinto ferial de Ifema. La imagen es evidente: españoles, España ha muerto.

Hoy no hay público en Arco, sólo negocios. Pasan cerca del cadáver, lo sortean. Nadie sabe qué es aquello. Parece una pieza más de una arriesgada galería berlinesa que le pone color a una feria que se ha hecho gris, muy gris. En una de las paredes de su stand hay un clavo del que cuelga una percha con un abrigo. Tampoco hay cartela junto al abrigo que acredite que eso es una obra de arte y que sea de un artista. Así que debe ser una performance de uno de los artistas de este galerista.

Hace algunos años, en un Arco que nada tiene que ver al de esta edición, uno de los artistas de la galería murciana T-20 contrató a un mendigo que se paseó entre los galeristas, el público y los coleccionistas. El joven Núñez Gasco creó una empresa real con la que contrataba personas para ejercer de mendigos, en una jornada laboral de nueve horas, remunerada con un sueldo base más un porcentaje sobre las limosnas. Le llovieron las críticas por demagogo y desestabilizó la tranquilidad que debía reinar en la cita comercial más importante del arte en este país.

Aquella flamenca muerta debía ser algo similar. A los diez minutos de tumbarse se acerca alguien para hablar con ella. Es un empleado de seguridad de Ifema y le exige que deponga su actitud, se levante, recoja sus cosas y se disuelva (como puede verse en las fotografías). Ella obedece, se levanta y no sabe qué hacer, si recoger sus aperos e irse a otra parte. Reconoce que no se lo esperaba. No le ha pasado esto nunca, ni en Nueva York, donde también llegó con su pequeña rebeldía, ni en Europa, donde la gente que se encontraba con su particular crítica del sufrimiento español se sentaba junto a ella y se quedaba allí durante un rato. "No esperaba que me hicieran lo que me acaban de hacer. No sé qué hacer", explica.

El director de Arco, Carlos Urroz, explica a El Confidencial que "debería haber pedido una autorización", porque "no puede hacer lo que le venga en gana". "Sólo es una metáfora", dice a este periódico. Cándida e inocente, esta barcelonesa reconoce que en Cataluña habrían censurado su acción por otros motivos. "Nunca me había pasado", repite una y otra vez. Recoge una de las páginas que hay en el suelo. Son de una edición descuartizada y amarillenta del "Romancero Gitano", de Federico García Lorca: "Las orillas de la luna/ pierden juncos, ganan voces./ Vienen manolas comiendo/ semillas de girasoles,/ los culos grandes y ocultos/ como planetas de cobre/. Vienen altos caballeros/ y damas de triste porte,/ morenas por la nostalgia/ de un ayer de ruiseñores./ Y el obispo de Manila,/ ciego de azafrán y pobre,/ dice misa con dos filos/ para mujeres y hombres".

La hipocresía que denuncia el poeta regresa con casi un siglo de retraso. El doble filo de un lugar que vive gracias a la libertad de expresión de los artistas que se dan cita y el control de los responsables del lugar en el que esa libertad mal vive. Inevitablemente, viene al recuerdo la referencia a la carta que el presidente de Ifema, José María Álvarez del Manzano, dirigió a la Fundación Francisco Franco para disculparse por aquel Franco metido en una nevera, de Eugenio Merino, y en la que muestra su comprensión por el malestar de la Fundación "porque razón tienen".

Álvarez del Manzano confirmaba en aquella misiva que la Junta Rectora valoró "retirar" la obra, pero declinaron hacerlo dado que hubiera significado mayor publicidad para el artista. Se vio en la potestad de censurar y reconocía que él también se vio "sorprendido por la presencia de la obra del Sr. Merino entre las expuestas en ARCO".

¿Cuánto cuesta la performance que acabas de hacer? "Nada", responde Camila Cañeque, vestida con el disfraz del arte. Es la única pieza que no se vende en Arco.

Vea la secuencia de la retirada de Camila Cañeque del suelo de Ifema