Cesta de fresas salvajes, 1760 |
Irene G. Vara - Revista de Arte
Maestro del bodegón y de la pintura de género, pero poco conocido para el gran público, Jean Simeón Chardin (1699-1779) fue uno de los más relevantes exponentes de la pintura francesa del siglo XVIII. Valorado por pintores como Picasso o Cézanne, antes que por la historia del arte, Chardin protagoniza ahora la primera exposición antológica que se le dedica en España y que podrá verse en el Museo del Prado hasta el 29 de mayo. En total, 57 obras que repasan toda su carrera artística y que demuestran su indiscutible virtuosismo pictórico y originalidad. La muestra, organizada de manera cronológica, reúne los géneros que cultivó Chardin: el bodegón, el retrato y la pintura cotidiana. “Es un pintor que parece fácil, por el tipo de escenas que plasma, pero es más complejo de lo que parece”, explicó Pierre Rosenberg, comisario de la exposición.
La exposición comienza con las naturalezas muertas y bodegones que Chardin pintó en la segunda mitad de los años 20. Vemos una forma muy diferente de interpretar el género a la que estamos acostumbrados en la tradición española. “El silencio es lo que define estos cuadros”, explicó Rosenberg. El artista pinta animales inanimados (conejos, patos, liebres) que transmiten un sentido de muerte y de abandono.
Chardin, en el Museo del Prado |
Animales vivos
Encontramos alguna excepción a estas escenas reposadas y quietas, en cuadros donde el autor introduce animales vivos. En el lienzo La Raya, cuadro con el que Chardin consiguió ingresar en la Real Academia de Pintura y Escultura, vemos un gato moviéndose entre pescados y ostras. Lo mismo ocurre en otro lienzo (procedente del Thyssen), en el que otro gato camina tranquilo entre salmones y caballas.
Aunque Chardin no abandonó nunca el bodegón, en una siguiente etapa de su carrera se renueva y aborda escenas de género. Seguramente, influido por la pintura holandesa del siglo anterior, vemos mujeres y adolecentes atendiendo sencillas tareas domésticas. Es el caso de La joven maestra de escuela o La niña con el volante, donde crea un universo particular y un lenguaje propio. “Sus figuras están quieras, ausentes, distraídas, abstractas”, apunta Rosenberg.
Más adelante, el pintor francés volverá a las naturalezas muertas, donde se multiplican las especies de animales, de frutas y también de objetos: jarras de cerámica, porcelanas, cristalería, cobre. La célebre La cesta de fresas salvajes o Vaso de agua y cafetera pertenecen a esta etapa. En la última etapa de su carrera y por motivos de salud, Chardin abandona el óleo y utilizará el pastel en sus obras, de la misma manera que le ocurrió a Degás.
Una niña jugando al volante, Chardin 1737 |
“Pintor de pintores es un elogio que merece este rarísimo pintor de bodegones”, opinó el director del museo, Miguel Zugaza, que aseguró estar “ante uno de los primeros pintores modernos, pero también ante uno de los últimos”. En palabras de Zugaza, esta muestra es “una experiencia del arte de los sentidos y un regalo para el público”.
Chardin fue un pintor autodidacta, que gozó de gran éxito y reconocimiento en vida. Su escasa producción (algo más de doscientas obras) fue muy distinta a la de otros célebres pintores de su tiempo como Watteau, Boucher, Fragonard o David. Frente a las grandes obras históricas y mitológicas de estos últimos, muy valoradas por la Academia francesa del siglo XVIII, Chardin creaba escenas atemporales.
La exposición, que ya se ha podido ver en el Palazzo dei Diamante de Ferrara de Italia, ha conseguido reunir obras de grandes instituciones americanas y europeas, como el Museo del Louvre (que ha prestado 11 cuadros) y coleccionistas privados, gracias a las cuales ahora se pueden contemplar más de medio centenar de cuadros de un artista del que solo se conservan tres obras en España, en el Museo Thyssen.
Chardin
Del 1 de marzo al 29 de mayo
Museo Nacional del Prado
De martes a domingo, de 9.00 a 20.00 horas
Tarifa general, 10 euros
Tarifa reducida, 5 euros
Programa de actividades complementarias en www.museodelprado.es