13/2/11

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RADAR-1.jpgMaría Virginia Jaua - SalonKritik

Soplan los vientos cada vez más fuertes —ya no de una crisis sino de las crisis. Las múltiples y multiplicadas fallas que se abren de manera constante bajo nuestros pies. Las crisis son de orden político y económico o eso es lo que se nos dice y se nos quiere hacer creer.
Quizás, podríamos aventurarnos un poco más allá y decir que también, dentro del amplio espectro de órdenes y categorías que en la actualidad fallan al interior de nuestras sociedades se deberían incluir las nociones de nuestras mitologías fundacionales y nuestras elaboraciones de relatos.
Como bien ha dicho García Canclini, en su libro La sociedad sin relato, estamos en una época de relatos múltiples, en que ya no son suficientes las grandes categorías de norte o sur, oriente y occidente para enmarcar la producción artística. Con la globalización los tiempos de corte hegemónico van quedando atrás y es posible, como afirma Canclini, que aún no tengamos los conceptos necesarios para entender esta nueva realidad.

Con las actuales crisis, pero también sin ellas, vemos cómo se empobrece, viéndose de pronto mermado, el campo productivo de la crítica y el análisis. Desaparecen del escenario cultural las revistas y los suplementos dedicados al análisis de las producciones artísticas. Es por ello que cada iniciativa por pequeña que sea, como por ejemplo, la edición de una nueva revista siempre será motivo de beneplácito.
Radar la revista de arte y pensamiento del Musac aparece en su versiones impresas en castellano e inglés con una vocación monográfica cuyo primer número ha sido dedicado a revisar los “Modelos para armar” aspectos de la cultura contemporánea de América Latina.
En su número cero destacan entre otras, las aportaciones de Andrea Giunta, Nicolás Guagnini, Natalia Majluf o Iván de la Nuez. De la lectura de los textos podría decirse que a pesar de haber sido objeto de tanto análisis, esa amplia y vaga noción de “América Latina” aplicada a la producción artística sigue plantenado un problema, en el más amplio sentido del término. América Latina sigue siendo un problema que pide ser “problematizado”.
Ya no sólo por su conflictivo origen. Según Pascale Casanova —en su análisis de la conformación de París como centro hegemónico del mundo editorial en buena parte del siglo XX— el término de Latinoamérica fue instrumentalizado con el fin de captar la producción literaria en castellano, haciendo a un lado, o mejor, evidenciando el paso de España a un papel menos protagónico.
Es así como esta noción entra en conflicto en suelo español, para, porqué no, volver a pensarse: desde el arte, desde la literatura, y desde todas las manifestaciones culturales en las que están implicadas la producción de imaginarios.
Otra de las muchas reflexiones que se podrían extraer de este primer número de Radar, es que el arte “latinoamericano” en el contexto económico y político actual hace evidentes las enormes fallas del proyecto civilizador y moderno: el conflicto identitario al que están sometidos y del que por muchas razones tampoco se quiere salir: quizás por aquello que decíamos al principio, que aún no se han inventado los conceptos para abordar las nuevas realidades a las que nos veremos, a las que estamos ya enfrentados
Repleto de contradicciones, —y de ahí su interés— los diversos modelos para armar Latinoamérica muchas veces no calzan y nos sumergen en un mar de dudas. Pero más que una reseña de su contenido, la invitación es a leer la revista Radar y a darle la bienvenida en estos tiempos tan inciertos, para una vez más intentar abrir el debate y enriquecer la discusión hacer aportes productivos al análisis cultural cada vez más mermado por las ellas sí, siempre crecientes, prolíficas, clónicas y recurrentes: crisis.