9/1/11

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Extracto del artículo de María Virginia Jaua publicado hoy en SalonKritik

Ya que ésta es una noche de secreto y evocación post epifánica, leamos en voz alta —pero en tono bajo y de metrónomo— la oración que Mathias Goeritz —el artista de la revolución callada— redactó con la noble esperanza de que el arte —a pesar de su aura perdida— se salvará no de un destino enlatado, tóxico y mortal, sino de un destino peor: ser la golosina empalagosa y disfrutable que nos convierte en una suerte de insaciables consumidores prediabéticos:
“Comprendan que se trata del enfrentamiento del arte-oración contra el arte-mierda. 
Presten atención*:  
El arte-mierda es el truco; la moda del instante, es el erotismo fastidioso e impotente, la propaganda fastidiosa del surrealismo intelectual y materialista, el egocentrismo consciente y subconsciente, el expresionismo gratuito —figurativo o abstracto—, la broma dizque “profunda”, la lógica y el espíritu sofisticado, el funcionalismo vulgar, el racionalismo pretencioso, la autodestrucción mecánica o individual, la luna conquistada, el cálculo decorativo, es toda la pornografía divertida y caótica del individualismo, la glorificación del ego, la crueldad, la vanidad, la ambición, la violencia, el “bluff” y la mierda misma. 
El arte-oración ¡es todo lo contrario! es la pirámide, la catedral, el ideal, el amor místico o humano, la abundancia del corazón, la imagen de la nada y del todo, la lucha contra el ego y en pro de Dios, la rebelión del dadá contra la incredulidad, el sol nunca alcanzado, la crucifixión de la vanidad y de la ambición, la ley interior de la fe, la forma y el color como expresión de adoración, lo monocromático expresando lo metafísico, la experiencia emocional, la línea, que con su modestia crea el mundo de la fantasía espiritual, la irracional y absurda belleza del canto gregoriano, el servicio y la entrega absolutas: ése es el arte ésa la ORACIÓN.
Desde hace algunos años, nos perseguimos con artificiosidades del arte-mierda (azucarada) que se encuentra en galerías oficiales y particulares, en casas elegantes, pero sobretodo en los museos.”

* Este texto de Mathias Goeritz, fue un Manifiesto distribuido durante su exposición "La pyramide mexicaine" en París, exhibida en la Galerie Iris Clert, del 10 al 27 de mayo de 1960.