20/4/11

16:46

Números para la reflexión y el cambio

Por Antoni Font - revistanamaste.com
Ante la situación de crisis energética que estamos viviendo, es necesario plantearnos en qué gastamos la energía en Balears y cuáles son nuestras fuentes de suministro. La realidad en cifras es la siguiente: la industria consume menos del 6 %, casi una cuarta parte se utiliza en transporte aéreo (23%) y el resto está dividido a partes casi iguales entre el transporte terrestre (33%) y el resto de sectores (39%).

La energía eléctrica que generamos es ambientalmente muy costosa

Del total de combustibles que gastamos en Balears para generar electricidad, dos tercios los consumimos en los procesos de generación, transformaciones de tensión, transporte en el cableado y consumos necesarios para hacer posible la distribución.
Debemos ser conscientes de que por cada 100 toneladas equivalentes de petróleo usadas como combustible para producir electricidad, se pierden 68. De la energía en forma de combustibles fósiles que traemos a las Balears, casi la mitad se destina generar electricidad. El 33% del total de la energía contenida en los combustibles transportados a las Balears se ‘evapora’ en las centrales eléctricas.

El consumo eléctrico crece vertiginosamente

Entre 1999 y 2009, el consumo energético global de las Balears creció un 24%. El tirón más importante fue el de los productos petrolíferos que crecieron un 35%. Prácticamente todo este incremento se dedica a producir electricidad, cuya demanda ha crecido en un 32% en este período.
La electricidad es una fuente insustituible para algunas aplicaciones, especialmente las tecnológicas (electrónica, informática, telecomunicaciones, imagen y sonido) y el alumbrado (es difícil pensar en alumbrado por gas, antorchas o velas, existiendo la iluminación eléctrica de bajo consumo). Sin embargo, es un disparate usar electricidad para aplicaciones térmicas como calefacción, cocinas o agua sanitaria.
El imparable crecimiento de la población de las islas, unido al cambio de estilo de vida y a condicionantes como la moda o la falta de alternativas, hacen que resulte muy complicado contener el crecimiento del consumo.
Al no haber directrices claras en los códigos de edificación, se han equipado de manera masiva con electricidad los miles de viviendas construidas recientemente, porque resulta más simple y económico proyectar las promociones con electricidad que con una combinación de gas, electricidad y energías alternativas. Como resultado, los propietarios se encuentran con facturas elevadísimas porque tienen que recurrir a la electricidad en lugar de utilizar la fuente de energía más apropiada para cada uso.

¿Por qué no consideramos los RSU como ‘locales y renovables’?

La mayor parte de los residuos que se queman en la incineradora de residuos de Son Reus son restos de los envases y productos que se transportan a las islas por vía aérea o marítima.
Los principales avalistas de la incineración son las empresas de tecnología que las construyen, que las presentan como ecológicas con el argumento de que ‘sacan electricidad de la basura’.
Sin embargo, se trata de un flujo de materia unidireccional, no renovable. Además, en el caso de papel y plásticos, la energía que se recupera al incinerarlos no es más que una pequeña fracción de la energía necesaria para fabricar la misma cantidad de papel o plásticos. Al destruir recursos que se podrían reciclar, se convierten en un obstáculo para la sostenibilidad.

El desarrollo de las energías alternativas en las Balears

Hubiera podido ser mayor, pero ha topado con obstáculos, especialmente los paisajísticos y territoriales, que han dificultado su implantación.
Puede parecer paradójico que el principal grupo ecologista local, el GOB, se haya opuesto a la instalación de generadores eólicos, pero así ha sido. La oposición tiene un sentido: se ha visto con recelo la previsible proliferación descontrolada de instalaciones que implican un importante impacto paisajístico. Se ha visto la oportunidad de forzar un debate para definir en qué circunstancias sería aceptable su implementación: si fuera asociada a políticas de contención del crecimiento urbanístico, ahorro de energía y de cierre de centrales convencionales.
Análogamente, la instalación de huertos solares ha sido menor que en otros puntos del estado español por lo reducido del territorio y las normativas de protección del suelo rústico.

Conectados al continente

Hasta ahora éramos una isla. A partir de ahora, seremos un centro de consumo de electricidad conectado al continente. La ejecución de los megaproyectos del gasoducto y del cable eléctrico, aparte de un jugoso negocio para las empresas que los instalan y las que los explotarán, ha acabado con un modelo existente, basado en la generación local de electricidad. A partir de ahora, parte del consumo de electricidad que realicemos en Balears vendrá de las nucleares, principalmente de las españolas y las francesas.
Mientras se mantuvo un esquema de producción local a partir de combustibles foráneos, se materializó una discusión social intensa – y muy productiva – cada vez que se pretendía impulsar alguna ampliación de las instalaciones de generación eléctrica en las islas. La escasez de lugares idóneos y el deseo generalizado de conservar los lugares vírgenes, tanto del litoral como del interior de las islas, pusieron trabas a diferentes proyectos, que se abandonaron por oposición de colectivos de vecinos y de grupos ecologistas.
Esta mentalidad de aceptar los límites de un espacio finito es la que se precisa para plantear y resolver retos de sostenibilidad, pero conduce a planteamientos ‘peligrosos para el desarrollo’ que pueden conducir a la ‘paralización del crecimiento económico’.
Para seguir manteniendo el ‘status quo’ de crecimiento continuo, se tomó la decisión política de crear una conexión con el continente, con lo que se evita que la sociedad balear tenga que tomar decisiones que puedan conducir a la destrucción del territorio por construcción de nuevas centrales. Con ello se transfieren los impactos de la generación a otras zonas, a otros ciudadanos. La exportación del impacto permite alimentar un crecimiento continuado en las islas sin afrontar la discusión de una manera responsable, y se rompe la barrera del espacio físico como frontera al ‘desarrollo’. No se habla ya de si hay que ahorrar energía o de cómo hacerlo, con lo que se alimenta la destrucción del territorio por otros medios, al haber energía eléctrica para nuevos equipamientos y desarrollos.