La vivienda de una antigua costurera del Madrid más castizo es ahora, tal y como la dejó, sede de un fértil programa de residencias de artistas en la capital. Así es FelipaManuela
En casa de Felipa Manuela (bueno, ahora de Andrea Pacheco, que nos la enseña) no hay televisor. Ni falta que hace. Hay, eso sí, un jarrón con forma de cisne («todos se quedan prendados de él y ya es un símbolo del espacio», nos cuenta) y hasta tres máquinas de coser: «Felipa Manuela, Manuelita, la tía abuela de mi marido, era una señora de Madrid de las de toda la vida. Ella compró el piso en los cincuenta, y situó su mercería justo debajo. Cuando puse en marcha el programa de residencias que ahora acoje, me pareció que era justo rendirle homenaje. Porque es inevitable sustraerse a su encanto. La casa está cual la dejó. De hecho, muchos de los artistas que han trabajado aquí, sin pretenderlo, terminaban hablando de ella. FelipaManuela hoy es un pedazo de Madrid y de su Historia, en plena calle Ferrocarril. El contexto es inmejorable».
Entre pucheros y guisos
Ha pasado solo un año, y la casa de Andrea Pacheco (bueno, la de Felipa Manuela) se ha convertido en una residencia de artistas en la capital única en su género: «Este es un proyecto privado, que no independiente, pues queremos colaborar con el mayor número de agentes posibles», explica Pacheco, una chilena que venía del mundo del periodismo, y que de su país natal saltó primero a Barcelona y luego, a Madrid, para dedicarse a lo que le gustaba: la producción artística. «La casa estuvo cerrada siete años, no se vendía y la gestionaban dos señoras mayores. Era un espacio estupendo para alojar a artistas. Arrancamos de forma precaria, sin pensar en ganar dinero, sino en funcionar a medio plazo».
Por la casa de Andrea y de Felipa Manuela, de Manuelita y Andrea, han pasado un montón de gente y un montón de cosas: desde la primera residencia con David Mutiloa y R. Marcos Mota, a las colaboraciones con espacios como Off Limits (Núria Güell), Rampa (Juan Duque y Antonio Arrobo), Columpio (Susana Gaudêncio, Carla Rebelo y Ángela Cuadra); eventos como la presentación de Espacio NoMínimo (Ecuador) o el «menú cubano» para hablar, entre pucheros y guisos, del arte en la isla con Adrián Melis, Yaima Carrazana (que también disfrutó de una residencia), Suset Sánchez o Lillebit Fábrega...
Se cierra un ciclo
«Con la salida en septiembre del último artista, el programa ha cerrado un ciclo. Hasta ahora, la selección de los creadores –catorce han pasado por aquí– se ha realizado por invitación. Eran artistas que me habían enamorado de alguna forma y con los que quería trabajar: gente muy joven, emergente, quizás sin mucho en común, aunque toda selección supone cierta labor curatorial. Me ha gustado juntar a gente que no compartía grandes cosas, precisamente para fomentar la convivencia. Yo les cedía la casa por dos meses con la única condición de que realizaran un proyecto inédito, del que realizábamos una pequeña presentación al final y que el autor se lleva al terminar. No había dinero de por medio, hasta que decidí poner una pequeña tarifa para cubrir pagos (agua, luz, comunidad...) y así no generar gastos a las dueñas. Entonces lacosa empezó a funcionar mejor».
Empezó a funcionar mejor, sobre todo, porque permitió a Pacheco dedicarse a la labor que realmente le interesa, la de la mediación: «Yo provengo del mundo del periodismo, que no creo que esté tan lejos de lo que hago ahora. El periodista es un mediador entre la realidad y su público. Yo lo soy entre el del arte y el artista. No tengo conocimientos sobre Historia del Arte, pero es que a mí me interesa su presente. Porque siempre me ha obsesionado el contexto. No entiendo cómo no hay más espacios como este en la ciudad.Matadero lo intentó con El Ranchito, pero se volcó más en los estudios de los artistas que en las residencias. Pero para mí lo que ocurre en esas residencias es básico. De ellas depende que entres en contacto con la realidad o no. No asumo que haya personas con residencias en la Casa de Velázquez que se vayan de la ciudad sin que esta entre en ellas y sin que ellas entren en la ciudad».
De Madrid al mundo
Por ese motivo, FelipaManuela se ha propuesto como metas dos cuestiones. Una, un programa de visitas: que los artistas que ha alojado o aloja puedan conocer galerías y galeristas; a curators a los que enseñan sus portafolios; que hayan «merendado» con agentes del ámbito artístico como Tania Pardo, Javier Duero o Iván López Munuera... Y dos, la creación de un archivo de creadores, que está disponible en la web: «Es algo que tuve claro desde el primer día, vídeo-entrevistas de los que han pasado por aquí, para nada doctas o teóricas. Y no las hago para Madrid. Aquí a la gente le gusta mucho mirarse el ombligo. ¡Las hago, desde la modestia, para el mundo! Tenemos una lengua muy potente, y lo que se hace aquí interesa en Chile. ¡Ojalá tuviera recursos para traducirlas al inglés! El futuro pasa por potenciar las relaciones con Iberoamérica. Es algo que se sabe pero que no se ha explotado demasiado».
Pacheco se centra en lo que está por venir: «Toca seguir creciendo. Me molesta que se relacione este proyecto con la crisis. Nació en ese contexto pero no forzado por él, sino porque era algo que Madrid necesitaba. Y crisis no debe significar proyectos low cost, sino serios. Ahora me voy a Chile un año, básicamente porque allí hay dinero. Me crié en un sistema tremendamente liberal, y por eso no me duele en prendas que los proyectos se financien con dinero privado. Para mí, el modelo a seguir es el estadounidense. Para el nórdico no hay dinero. Y hay que tener claro una cosa: no se me financia a mí, sino la labor de un artista. FelipaManuela tiene que salir de FelipaManuela, aunque aún no sé cómo. Lo que sí es seguro es que quiero potenciar las residencias de artistas, quizás en un espacio mayor, y lanzarme a las de curators». Puntadas sin hilo. Mucha tela que cortar.
FelipaManuela
Responsable: ANDREA PACHECO