Imagen: Anna Maria Maiolino. Serie Fotopoemação, detalle, 1974 |
Entre los comisarios españoles siempre ha habido una discreción cerrada sobre los proyectos. Porque un proyecto es algo sin cerrar, sin confirmar, y puede ser un riesgo que se haga público antes de tiempo. Ya se sabe, las ideas flotan en el aire, vuelan como mariposas y cualquiera las puede cazar y quedárselas. Así que mejor guardar silencio. No le digas a nadie la exposición que estás planeando, no comentes con nadie el tema de tu próximo artículo, ni hables del sumario de tu próxima revista porque te puedes llevar una sorpresa.
Y puestos a callar, no le digas a nadie que esa feria que te ha ido tan bien realmente funciona estupendamente. Es mejor callar... o tal vez mentir. Mentir está bien si quieres alejar a la competencia, y así se puede hablar de una feria moderna y con público y ventas excelentes diciendo que funciona fatal, que el ambiente es cutre, que es como una feria de una república bananera. La realidad no importa y tal vez, sólo tal vez, no sean mentiras sino percepciones equivocadas. A veces es mejor mentir que callar, otras veces simplemente no se distingue entre una cosa y otra, y finalmente hay ocasiones, hay personas que a fuerza de no enterarse de nada hablan, mienten y callan en un continuo interminable. No se lo digas a nadie, no sea que todo cambie y vaya mejor. Las galerías de España se mueven, pero mejor callar. Que no se entere nadie, que nadie sepa que ahora hay otras galerías en Madrid, que nadie sepa las direcciones, es una información sólo para un pequeño círculo ¿Quién quiere público? ¿Quién quiere gente molestando en las exposiciones? Los compradores ya se enteraran, ya vendrán por su propio interés.
Mientras tanto no seamos vulgares, no seamos multitudinarios, mantengámonos en la oscuridad, en secreto seguiremos trabajando sólo para unos pocos.
Si hubiera mucho más público, si el arte contemporáneo fuera algo que realmente interesara a muchos, tal vez se vendería más pero sobre todo se estaría construyendo una sociedad cada vez más cercana, más aficionada al arte contemporáneo... pero, ¿eso interesa de verdad? A veces parece que lo único que interesa es vender, el mercado, esos happy few que se pasean por las ferias de arte con las gafas de sol puestas, demostrando que la fiesta de la noche anterior fue lo más, y haciendo evidente que ver el arte detrás de una pantalla oscura, perdiendo color, nitidez, perdiéndolo todo, es lo que les acerca al mundo de la creación. Lo que importa es la tarjeta VIP, no a lo que nos da acceso esa tarjeta. Que es a una feria, a una concentración artística y no sólo a un mercado ansioso. A las ferias va mucha gente, demasiada (ya lo han dicho las galerías de ARCO), ¿para qué tanta gente si no compra? El que miren, el que vean, el que tal vez entre estos miles que hoy no compran pueda haber espectadores para siempre, compradores para alguna vez, coleccionistas para el futuro, eso parece que no importa.
Cerremos las ferias, reduzcamos las molestias. Llevemos a los poquitos que compran, aunque no miren, en autobusitos blindados, alejémonos de las masas, de eso que llaman público.
No se lo digas a nadie. No le digas a nadie que he abierto una galería en Madrid, que he cambiado de sede, no les des mi dirección, que no se entere nadie. Mientras en cualquier otro país las noticias vuelan, en este nuestro todo se calla, se oculta. Si se vende no se dice, si van bien las cosas, se hace un gesto penoso. ¿Qué pasaría si todo el mundo hablase, se comunicase, dijera las cosas claramente? Tal vez se arreglarían un poco las cosas. Pero no, no me saludes en una habitación cerrada, calla, oculta, ponte gafas de sol. No se lo digas a nadie, no vaya a ser que las cosas cambien, que las cosas mejoren.