23/5/13


el mundo

Marcos Torío | Palma
A Carolina Amigó las musas la visitaron no trabajando, sino de vacaciones. Caminaba por los manglares dominicanos cuando, en lugar de inmortalizar posados turísticos, apuntó su objetivo hacia los segmentos de raíces que se escapan de la tierra para volver a hundirse en ellas y quedar, en parte, a los ojos del excursionista. Las imágenes, tomadas en blanco y negro, constituyen la base sobre las que construye la presentación de su nueva etapa que expone en el hotel Can Cera de Palma.

La propuesta se compone de 20 piezas entre fotografías, esculturas y cuadros matéricos de grandes dimensiones, formato en el que se siente más cómoda porque disfruta de «pinceladas más libres, sueltas y que queden al azar». Todos los soportes se impregnan del blanco y negro, diferentes tonos en la gama de grises que simbolizan la complejidad y matices de la existencia. «Para mí el negro no es la ausencia de color, sino un gran número de tonalidades distintas que, dentro de la sobriedad, me permiten mostrar el mundo interior del hombre, formado por múltiples sensaciones, experiencias y sentimientos. Los contrastes me remiten entonces a las relaciones humanas frustradas, a su dualidad. Como las raíces que retrato, a veces respiramos el sol y, otras estamos en el barro», explica la artista, agradecida a Miguel Conde –propietario de Can Cera– por que su arte «conviva y se integre en un espacio emblemático del centro de Palma».

Las esculturas, inéditas en su producción, abandonan el carácter orgánico y matérico de sus cuadros para apostar por una presentación arquitectónica. Resuelve los segmentos de raíces que salen a respirar con arcos de medio punto, esta vez, completamente blancos. «Interiorizo el caos del paisaje y lo transformo en secuencias irregulares que se van repitiendo. En el fondo es una forma de ordenar la naturaleza, cualidad que también se aprecia, por ejemplo, en los ciclos del crecimiento».

Algunas piezas –de 80x80 centímetros– están trabajadas en resina de poliester y otras, en hierro con una pátina de óxido.

Los papeles, también de gran formato, pertenecen a la serie Nido y muestran entramados de ramas, «un cruce de elementos frágiles cuya fuerza radica en la conexión y unión entre ellos».