Andrés Merino Thomas | Revista de Arte – Logopress
Es triste comprobar que, a pesar del significativo desarrollo de la museística en los últimas décadas, treinta años después de que Aurora León escribiera las líneas que siguen, pocas objeciones pueden hacerse a su reflexión: “la palabra “museo” connota para todos un significado hostil, una vivencia apriorística del aburrimiento y cansancio que a sus puertas nos espera. (…) el control policíaco a la entrada, la obligatoriedad del circuito, la imposición de unas fronteras establecidas para la visión de la obra…”. Es cierto. Los avances en el diseño de galerías, el extraordinario auge de las exposiciones temporales y una moderna gestión han supuesto un antes y un después en la historia de la casa de las musas. Pero perviven problemas aparentemente insalvables como la masificación de visitantes, los problemas de conservación o el eterno dilema entre los recursos que exigen el coleccionismo público y las posibilidades de las galerías privadas. El texto que hemos reproducido se ha mantenido, como es lógico, en la décima edición de “El museo. Teoría, praxis y utopía”, el manual que la profesora de Arte de la Universidad de Sevilla y catedrática de la misma disciplina en la Universidad de Huelva escribió en 1979 y que ha reeditado una vez más Cátedra, en muestra de su utilidad en el mundo universitario y de la gestión de galerías y museos.
Nos preguntamos hasta que punto son útiles los planteamientos de una propuesta que nació con vocación académica, pero en exceso hija de su tiempo. El espejismo de la dialéctica estructuralista de corte marxista con la que se alumbró, generalizado en los ambientes universitarios españoles de las últimas décadas del siglo XX, fue claramente superado los acontecimientos políticos y sociales. Muchos docentes siguen explicando hoy sus temarios de historia del Arte desde postulados maniqueístas, aunque acercarse al coleccionismo de la Edad Modernades de la lucha de clases no tiene excesivo sentido para alumnos que, en su mayor parte, desean lograr una maestría, posgrados en el extranjero o especializarse en gestión de iniciativas culturales. Incluyendo la galerías de prestigio, por cierto. Porque ya no quedan almas cándidas con vocación de bohemios, precisamente.
León escribió su libro cuando comenzaron a proliferar nuevas formas de museos, como los de ciencias. O incluso los de publicidad, que luego se ha visto que no han cuajado. Supo abundar en temas entonces no abordados como las lagunas en las colecciones, o los factores psicológicos en los intereses de los visitantes. Es cierto que en su visión estructuralista cayó en la obsesión por la clasificación y las tipologías (quizá la parte más superada de su aportación), pero supo proponer una base conceptual sólida para el trabajo posterior de quien se acercara a la disciplina. En realidad, apuntó hacia una realidad hoy incontestada: el concepto clásico de museo está en crisis. Una crisis no definitiva, pero crisis rotunda, de esas de las que se sale, pero hacia una situación radicalmente distinta. ¿Hacia dónde va el museo como tal? Aurora León nos dijo antes de finalizar los setenta qué era entonces un museo. Y hoy, quizá, muchos que no sabemos exactamente qué es debemos volver una y otra vez a leer y releer su libro.
“El museo. Teoría, praxis y utopía”
Aurora León
Madrid, Cátedra, 378 pág.
ISBN: 978–84–376–2672–7