José María Lassalle |
A grandes males grandes remedios y, ante el más que evidente recorte de aportaciones públicas al sector cultura, el gobierno ha decidido pisar a fondo el acelerador del proyecto de ley de Mecenazgo, cuyo texto definitivo podría aprobarse antes de que finalice el actual periodo de sesiones o al comienzo del próximo. Así lo ha anunciado hoy en Barcelona el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, quien también ha avanzado que el Gobierno aprobará este miércoles el borrador del proyecto de ley.
El texto, según ha explicado Lassalle, tendrá una doble vertiente y, además de incluir medidas de carácter tributario, abundará también en el reconocimiento público del mecenazgo, ya que hasta ahora ser mecenas suponía estar en el "anonimato". Y es que, tal y como ha subrayado el secretario de Estado de Cultura, la ley no se dirige solo a grandes corporaciones y empresarios, sino que también podrán beneficiarse de ella los ciudadanos de a pie. Tampoco se trata, ha apuntado Lassalle, de privatizar la cultura, ya que la ley será un complemento a la labor de las administraciones públicas.
Tanto si se aprueba en junio como si se hace en septiembre, la intención es que la ley pueda estar vigente en el comienzo del próximo año fiscal, el 1 de enero de 2013 y aunque Lassalle no ha querido concretar las cifras que se prevén, sí ha explicado que el modelo es la legislación vigente en Francia, que prevé un incentivo fiscal del 60% para las personas jurídicas y un 70% para las personas físicas.
El «muro» de Hacienda
Menos optimista se ha mostrado el consejero de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, quien ha hecho un llamamiento a "no hacerse ilusiones" porque todos los intentos anteriores han chocado con la negativa del correspondiente ministro de Hacienda. Mascarell también ha aprovechado la participación de Lassalle en la conferencia "Cultura del mecenazgo y participación social" para asegurar que hay que estar "alerta" en lo referente a lo que el Gobierno entiende por la marca España, porque la cultura catalana exige una singularidad desde todos los puntos de vista.